REVUELO DE MUSAS

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Revuelo de musas

5 de febrero de 2011

GARGANTA ROTA Y OLVIDO

Tengo la garganta rota de tanto designio y tan poca sustancia.

No es promiscuidad esta enmienda. No existe tal enmienda.

Sí una remota ventana con soles abiertos de par en par que

reflejan mujeres aladas: unas tienen carmín en el pico otras migajas de nicotina en las

[plumas.

Muchas sujetan un bolso repleto de olvidos sin sepultar: recuerdos del olvido.

Alguna se entretiene desplegando las alas atrayendo a dulces risotadas

marineros extraviados náufragos de un bajel llamado amor.

El resto no miran ni vuelan pero tampoco las ninguneas.

Luego las ninfas

y tu iris dilatado como el de un argonauta en el manantial de Ochún: bellas embrujadoras

sostienen copas de cáliz de polen

de embriaguez que tú tragas y ese mismo iris

se dilata hasta el punto de imaginarlas desprovistas de atavíos

en cualquier alcoba tan tenue como sus corazones

tan vacía como la nereida que arrastras

tan triste como la nereida que escogiste aunque te cueste reconocer el significado

[del verbo.

junto a la nereida que creíste tuya y siempre preferiste compartir.

El abismo se cruzó en tu camino, argonauta, te perdiste entre canto de sirena

y piel de ninfa

te dejaste llevar por el deseo propio de occidente y te cegaste

hasta no ver que tu nereida

era dríade. Y moraba en los bosques

amarrada al árbol que le daba la vida

llámese madre hombre o literatura

llámese incapacidad de subsistir uno mismo sin depender de nada ni de nadie.

Todas ninfas a merced de tus antojos sin centauros ni minotauros.

Ruiseñores al son de tus canciones

de tus notas

del sello que te identifica con el que te identificas

aunque sea el motivo de tu insomnio -del mío-

y el único motivo por el que existes.

Todo lo demás es secundario. Solo tú y tu harén inseminado.

Solo tú y el océano con el que deambulas y con el que decides quedarte

océano abismalmente distinto al árbol de la dríade que creíste nereida

que creíste tuya y de todas.

Todas las ninfas imaginadas y por imaginar

deslizando sus párpados

aleteando

rozando con sus escamas tu cuerpo erizado

susurrando con sus lenguas de sirena

con sus alas de sirena

con sus colas de sirena

y sus caracolas.

Con sus picos de ruiseñor.

La dríade amarrada al árbol tiene la garganta rota

y el olvido naufraga en la copa de lágrimas que sostiene.

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